La dirigencia peronista, entrampada con la reforma electoral.

Para algunos, un camino sin retorno

La implementación del voto electrónico le pasaría una alta factura al justicialismo en el futuro cercano.

La discusión acerca de la reforma electoral es un tema que marcará las elecciones legislativas del próximo año. El Ejecutivo nacional impulsa modificaciones que tienen como principal protagonista a la implementación del voto electrónico.

De todos modos, el bloque de senadores nacionales del Frente para la Victoria emitió este jueves un comunicado en el que niega esa posibilidad y afirma que “seguirá analizando herramientas que permitan mejorar el sistema electoral”.

Lo que está en juego en este debate es la agilidad de la votación y la transparencia y confiabilidad de los votos, con herramientas que suman adeptos y detractores en los diferentes partidos políticos.

El gobierno nacional convocó a los gobernadores para buscar apoyo y, entre otros, el entrerriano Gustavo Bordet se expresó a favor de la reforma al afirmar: “siempre he estado a favor de lo que significa incorporar tecnología en los sistemas electorales y desde el voto electrónico”.

En la provincia, la necesidad de reformar la Ley Castrillón es reconocida por casi todos los partidos políticos y dirigentes, incluso por quienes fueron impulsores de la norma.

Más allá de eso, la implementación del voto electrónico es resistida principalmente desde el justicialismo, en donde consideran que cambiar las boletas de papel, las urnas y el cuarto oscuro por un clic en una computadora es renunciar a su forma de hacer y entender la política.

Con la implementación de la tecnología, el peronismo, y en menor medida el radicalismo, perderían su mayor arma, la que lo ha llevado a ser gobierno y mantenerse en el tiempo: la militancia.

El justicialismo, que hace de la recorrida casa por casa y del contacto con los vecinos un culto, critica el sistema electrónico afirmando que es el único perjudicado y que, por el contrario, se verían beneficiados los partidos más pequeños, sin la estructura necesaria para llevar adelante el despliegue territorial que caracteriza al PJ.

Los que están a favor del voto electrónico afirman que su implementación abarataría los costos y agilizaría los tiempos de la elección, tanto para la emisión del voto como para el escrutinio, y que además otorgaría más transparencia y confiabilidad a los resultados.

Los detractores del nuevo sistema, en cambio, cuestionan su fiabilidad y afirman que posibilitaría el fraude, ya que permite una mayor manipulación de los resultados.

Desde el justicialismo, además de esos argumentos, esgrimen la férrea defensa del folklore eleccionario, que implica el reparto de boletas en los barrios y la concurrencia a las escuelas de encargados y fiscales, algo que para los peronistas es casi una liturgia.

Además de eso, el principal punto de crítica está en la confiabilidad del sistema, que sus opositores califican como vulnerable y maleable en el manejo de los resultados, algo que sostienen que un simple operador o hacker puede realizar.

Por otra parte, la implementación de esta tecnología, afirman sus enemigos, implicaría una barrera y limitación para quienes no tengan conocimiento y práctica en el uso y manejo de computadoras.

Los defensores del sistema actual afirman que la boleta de papel no se puede hackear ni cambiar el voto una vez que está dentro de la urna, como así también, en caso de fraude, quedarían pruebas materiales del mismo, algo que no ocurriría con el sistema electrónico, en el que es sencillo borrar las huellas.

Se trata de un debate profundo y de fondo, en el que probablemente no haya marcha atrás en caso de que se implementara el voto electrónico, lo que pondría en igualdad de condiciones a los partidos más nuevos o pequeños y tendría como gran perjudicado al justicialismo y su militancia.

Dejar Comentario