A propósito de los movimientos referidos a las candidaturas que se vienen dando en los partidos políticos.
A propósito de los movimientos referidos a las candidaturas que se vienen dando en los partidos políticos, sería prudente realizar una reflexión profunda respecto de las formas como se eligen esos candidatos.
Este cambio en la valoración debe ser entendido como importante para mejorar la calidad de la gestión pública, y esto significa que haya mayor compromiso de quienes, en definitiva, son los soberanos en el proceso de selección. En el caso de los partidos políticos, son aquellos que toman un alto compromiso con éstos y hacen posible su funcionamiento.
En este sentido, y atento a que la democracia por suerte se sigue consolidando, sería saludable en una sociedad que sufre muchas frustraciones por las gestiones políticas, y particularmente por la gestión del Estado que llevamos adelante los políticos, que más allá de los partidos y de las jurisdicciones donde haya que hacer propuestas electorales, quienes somos los responsables más cercanos en la tarea de nominar o construir estas propuestas, tengamos especialmente en cuenta que en la selección de las personalidades, éstas deben reunir condiciones para el desarrollo de una función pública. Ésta requiere de virtudes y aptitudes muy diferentes de las que demanda, quizá, la gestión privada y que no se dan necesariamente en todas las personas, más allá del respeto que cada uno tenga para con su actividad. Y no se tome esto como una descalificación; sólo es apuntar a poner mayor atención en las candidaturas para no seguir sufriendo más frustraciones.
Condiciones
Considerando el modelo político generalizado que impera en nuestro país, éste hace que demasiadas veces dependan de la casuística los resultados de la gestión pública. Es que la manera de seleccionar a los postulantes determina que, si bien en algunos casos, llegan a manejar el gobierno personas aptas para dicha función, en otros casos no ocurre lo mismo, y asumen funciones personas que jamás podrán ser exitosas por carecer de las virtudes necesarias para satisfacer los requerimientos de cada puesto.
Es bien sabido que la gestión pública constituye una tarea que necesita de quien la ejerce una alta contracción al trabajo, preparación y/o debida capacitación, solidaridad, disposición para la entrega que muchas veces demanda subordinación y renunciamientos personales en pro del bien común; que requiere, igualmente, frenos inhibitorios para abstenerse de realizar aquello que puede dañar los intereses de la sociedad; visión de futuro para llevar adelante políticas que hagan posible el progreso y la elevación de la calidad de vida de la gente, así como capacidad y firmeza necesarias para ensamblar la contraposición de intereses de la sociedad, sin perjuicio de otras exigencias también importantes.
Revertir una visión
Ignorando las valoraciones que deberían imponerse, será muy difícil frenar la visión que en muchos casos reproduce nuestra sociedad respecto de que los políticos somos en definitiva actores de circunstancias electoralistas, en las que decimos cosas que jamás podremos cumplir o que no nos interesa hacerlo, tomándonos en ese marco con la ligereza o desinterés que hoy se puede observar.
En este sentido, me resulta válido recordar consideraciones que hacía en los primeros años de mi gestión como intendente de la ciudad de Federal, hace ya 20 años. Quien utiliza la política para decir cosas que después no cumple, debe recibir el más duro desprecio de la sociedad, demostrando con esa reacción que ha sido víctima de un engaño que la indujo a utilizar su voto en un sentido equivocado. Esta conducta implica un paso adelante en el sentido de la toma de conciencia respecto de que, en el sistema democrático, la soberanía popular reside en cada ciudadano.
Achicar el margen de error
Pueda o no verse este cambio, mi convicción implica un desarrollo del sistema democrático capaz de disminuir el margen de error que hoy estamos sufriendo en la Argentina respecto de la elección de quienes nos gobiernan, atento a que es más difícil equivocarse si más personas participan activamente en el proceso de construcción de las propuestas, pues, de lo contrario, cuando se llega al momento final del voto ya puede ser tarde.
Finalmente, estoy convencido de que existe la necesidad de revisar el modelo político vigente entre nosotros, en razón de que, siendo verdad que a la Argentina no le va bien en lo que depende de la gestión pública, aparece como necesario buscar alternativas en las que podamos confiar, que sirvan para mejorar los resultados de las gestiones.
Más allá de que soy consciente de que este razonamiento se aparta de la tradición política y por lo tanto es difícil que se lo entienda y practique, creo que es mi deber insistir en esta prédica.
Fuente: parlamentario.com
