Primer juicio y condena para un funcionario de la era K en Entre Ríos.

“Hemos fracasado como sociedad, de los políticos esperamos otra cosa»”

Al juez Pablo Vírgala le quedó un sabor amargo por tener que condenar a un político.

Ricardo Fabián Barreiro, el empresario santacruceño vinculado al matrimonio constituido por Néstor y Cristina Kirchner, fue condenado por la Justicia entrerriana por el delito de falsificación de instrumento público.

Barreiro, de 59 años, es un empresario del transporte y turismo, licenciado en Administración de Empresas y docente en la Universidad del Salvador en Buenos Aires. Pero se lo conoce como un hombre que creció por sus vínculos con la familia Kirchner, donde comenzó trabajando como jardinero.

Al santacruceño se le atribuye haber introducido en la declaración jurada del formulario del Registro de Proveedores de Entre Ríos la aseveración de que no era funcionario, a pesar de que existía un decreto provincial por el cual se lo designó como coordinador, ad honorem, del Centro Experimental de Industrias Culturales (Ceicer), que estuvo a cargo de su amigo de militancia, Sebastián Lorenzo.

Según la sentencia leída en la mañana de este martes por el juez Pablo Vírgala en Paraná, se le impone la pena de un año y medio de prisión condicional, más el doble del tiempo de inhabilitación para ejercer cargos públicos y, por ese mismo último plazo, deberá realizar trabajos comunitarios.

De todos modos, el fiscal Alejandro Cánepa había pedido la pena de 2 años y 3 meses de prisión condicional, más el doble de plazo de inhabilitación para ejercer cargos públicos.

Si bien en la provincia hay varias investigaciones abiertas contra ex funcionarios por posibles casos de corrupción, como el ex director de Obras Sanitarias, Hugo Righelato, que estuvo en prisión preventiva, este es el primer juicio y condena en Entre Ríos.

Al dar a conocer su fallo, Vírgala afirmó: «quería que estuviera (Barreiro) para explicarle la sentencia».

«Es bueno informar por qué se llega a tal o cual conclusión», completó y puntualizó la necesidad de que existan «políticos probos y honestos”.

Llamando a la reflexión al final «tiene un sabor amargo un fallo condenatorio porque no es mas que la confirmación de nuestro fracaso como sociedad, que no supimos resolver el conflicto de otra manera. Pero mas cuando la sentencia condenatoria recae sobre un político, tiene un plus, tiene un sabor mas amargo, porque de los políticos esperamos otra cosa».

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