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Se negaban al cierre de la frontera porque los uruguayos son los que mantienen la economía diaria de Concordia, a pesar de que dirigentes concordienses gobernaron durante 32 años la provincia, 12 años Busti, ocho Urribarri y cinco Bordet, que actualmente viven en Paraná.
En medio de la confusión y la incertidumbre por la pandemia del Coronavirus, el presidente de la nación, Alberto Fernández, habló el domingo en cadena nacional para marcar algunas directivas claras.
Entre ellas, una de las más resonantes fue el cierre de las fronteras y la prohibición del ingreso de extranjeros al país. Solo pueden entrar los argentinos que estaban en el exterior o los extranjeros residentes.
La medida se extenderá hasta el 31 de marzo, inclusive, con la posibilidad de que se prolongue aún más, según cómo se dé la propagación del virus.
A pesar de que el presidente de la nación les habló a todos los argentinos para fijar esa postura, hubo una frontera que permaneció abierta hasta la noche del lunes, es decir que se cerró recién 24 horas más tarde de que lo ordenara el mandatario.
El paso fronterizo que no acató la decisión presidencial fue el de Salto Grande, que une la ciudad argentina de Concordia con la uruguaya de Salto.
Por allí, durante todo el día, ingresaron al país miles de uruguayos, cientos de brasileños, algunos turistas europeos, incluso italianos y españoles, y cualquier extranjero que quisiera entrar a la Argentina, con la única condición de someterse a una medición de temperatura corporal, que debía ser menor a 37.9º.
El argumento de las autoridades concordienses era que no habían recibido aún el decreto firmado por el presidente con la normativa con la comunicación oficial del cierre de frontera.
En definitiva, para las principales autoridades de Concordia, a pesar de la emergencia sanitaria, el comunicado presidencial por cadena nacional era inexistente hasta que llegara el decreto con la firma del mandatario.
Sin embargo, ese endeble argumento no era más que una excusa. El real motivo por el cual el Puente Internacional Salto Grande quedó abierto durante 24 horas más que el anuncio de Fernández, es la delicada situación económica que atraviesa Concordia.
La que alguna vez fue una ciudad pujante y productiva es hoy la más pobre del país. Según estudios nacionales, el 53% de la población es pobre, muy pobre, con índices de indigencia muy elevados.
Tal es la crisis que se vive en Concordia, que fue elegida por la nación como el punto de partida para lanzar el programa nacional de la Tarjeta Alimentar, atento a la imperiosa necesidad de los concordienses de paliar el hambre de miles y miles de familias.
Del mote de “Capital del Citrus”, hoy quedan apenas algunos productores que sobreviven a duras penas. Hoy la vida industrial concordiense prácticamente no existe, no hay más fábricas, manufacturas, explotaciones forestales, ni producción.
La subsistencia económica de los concordienses actualmente depende en una grandísima medida del Estado. El otro gran sostén de Concordia son los uruguayos, favorecidos por un cambio monetario que alguna vez les sonrió a los argentinos y hoy les da la espalda.
En las estaciones de servicios, los restaurantes, supermercados, cafés, bares, y cualquier comercio de Concordia, los clientes son uruguayos. La ciudad vive de lo que dejan estos extranjeros.
La medida dispuesta por el presidente es un golpe bajísimo para la economía concordiense y por eso las autoridades dilataron su acatamiento lo más posible, aunque eso ponga en riesgo la salud pública.
En las últimas cuatro décadas, durante 32 años, los gobernadores de la provincia de Entre Ríos fueron oriundos de Concordia.
Jorge Pedro Busti cumplió tres períodos, es decir, 12 años como gobernador. Sergio Daniel Urribarri tuvo dos mandatos, en los que sumó ocho años al frente de la provincia. Gustavo Eduardo Bordet acaba de comenzar su segunda gestión y lleva casi cinco años como gobernador.
Todos ellos abandonaron Concordia y la pobreza. Hoy estos ex gobernadores, y el actual, viven en zonas residenciales de Paraná, al igual que sus familias, y se comenta que ya no pisan su ciudad de origen.
El clientelismo político, las intendencias mediocres, las malas gestiones, llevaron a que hoy más de la mitad de los concordienses sean pobres, muchos de ellos en la indigencia. Lejos de decrecer, hay probabilidades mucho más concretas de que el número de pobres sea mayor.
Una ciudad que supo ser pujante, rica, productiva, hoy, para poder comer, puso en riesgo la salud pública de todo un país para poder comer, para poder subsistir con lo que dejan los uruguayos en los comercios que motorizan su economía.
La complicada situación económica que atraviesa el país y la provincia se agrava con esta situación. El bajo consumo en la provincia y en Concordia, se ve duramente golpeado por esta pandemia que paraliza la economía. La excusa para no cerrar la frontera fue que no llegó el decreto presidencial. La realidad indica que la verdadera enfermedad terminal de Concordia es la pobreza.
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