EDITORIAL PROGRAMA «DE FRENTE»
Se enfriaron totalmente las relaciones en la Provincia entre Urribarri y Busti, debido a lo cual se suspendió por segunda vez el Congreso Partidario, una situación sin antecedentes dentro de la línea del actual Gobernador.
Es el Congreso Justicialista quien debe definir la lista de Convencionales Constituyentes. Según la Carta Orgánica del PJ, esta es la única institución habilitada para hacerlo, a menos que (tal como se especula) los congresistas faculten al Concejo del Partidario para que éste designe los nombres de los candidatos.
Aunque lo cierto, es que mientras el Congreso no se realice, el Justicialismo no tiene forma de elegir los Convencionales.
Por otra parte, Sergio Urribarri ya dijo “NO VOY” el 23 de Junio, con lo cual el Congreso se prorrogó para el 30 de ese mes, fecha en la que el Gobernador Electo volvió a negarse a participar.
Ante esta serie de negativas, al actual Gobierno no le quedó otra opción que extender los plazos una quincena para el 14 de Julio, y no de por una semana tal como se había vuelto una costumbre. Lo que ocurre es que todo viene muy complicado y es sumamente difícil que estos problemas ser resuelvan en 7 días.
Un Urribarri que con los cargos que ostenta, de Presidente del PJ y de Gobernador electo, al no participar del órgano máximo del Justicialismo, estaría marcando que existiría una nueva posición para cuando asuma el próximo 10 de Diciembre.
No hay que olvidar tampoco que este Congreso Partidario asumió en el 2003, cuando los hombres fuertes del PJ eran los Cresto en Concordia, los Jodor en Gualeguay, los Márquez en Victoria, lo Berthet en San Salvador, los Jourdán en Colón y los Solanas y el sector de Moine en Paraná. Es decir, que el mayor porcentaje de los actuales congresales del Partido Justicialista fueron designados y responden a estas personas.
Con este panorama, cómo se hace para tener un Congreso calmo, silencioso y sin líos ¿Como evitar que alguien encienda una mecha que culminé en un quiebre partidario, sino en uno Institucional?
En definitiva, como dijera un filósofo: «La desesperación es la anarquía de la esperanza».
Ricardo David.
