La investigación periodista se desprende por diversas fuentes bien informadas y familiares de las menores que aún no han tenido respuestas. Hasta la fecha, los casos quedaron impunes.
Se trata del Instituto secundario Pio XII ubicado en calle primera junta al numeral 75. Es allí que el hombre habría operado contra las chicas.
El supuesto depredador sexual es profesor de música y las acciones de acoso y abuso las habría cometido entre los años 2019 y 2020. Para ese entonces las menores tenían 16 años y una de ellas quedó muy afectada psicológicamente. En este sentido habría al menos otras cinco menores más que denunciaron acoso por el hombre.
A raíz del escándalo que se habría ocultado, rápidamente el profesor de música tomó una larga licencia, mientras que las niñas permanecieron asistiendo al Instituto.
En este contexto uno de los papá de las menores, que apenas se anotició tiempo después sobre el asunto, salió en busca del profesor para hacer justicia por mano propia, pero nunca pudo encontrarlo en Gualeguaychú. Si lo hallaba podría haber terminado en una tragedia.
Además las fuentes informativas aseguraron que la denuncia sobre los supuestos acosos y abusos se radicó, pero nunca prosperó la investigación.
Cabe destacar que el profesor de música es esposo de una importante fiscal de la ciudad de Gualeguaychú.
El modus operandi del profesor.
Mientras la confianza entre profesor y alumnos iba tomando cuerpo, el contacto luego continuaba a través de móviles o redes sociales, las invitaba fuera del contexto laboral a tener una charla más íntima y les indicaría como zona de encuentro el Parque Unzué de la ciudad.
Actualmente el profesor sigue activo en actividades religiosas.
El abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes, es una de las peores formas de violencia contra la niñez y adolescencia. A pesar de que constituye un problema creciente en Gualeguaychú, la mayoría de los casos no son detectados, ni denunciados.
En la mayoría de los casos detectados no suele haber lesiones físicas que funcionen como indicios para determinar quién fue el agresor ni hay una conducta específica o prototípica que las víctimas presenten.
Tampoco suele haber testigos, ya que quien comete un abuso sexual suele hacerlo a escondidas. Todos estos factores, sumados a mitos enraizados y prejuicios culturales que operan en detrimento de las víctimas cuando toman la palabra para develar sus padeceres, hacen que el diagnóstico y posterior denuncia sean una tarea compleja. También opera una premisa falsa que sostiene que “si no hay lesión, no hubo abuso”. Esto agrava la situación porque sin detección los menores no reciben tratamiento, ni protección, y menos justicia.
(Diario Nova)