Primeros pasos de Frigerio en la Gobernación VS ocho somnolientos años de Bordet

En el intrincado panorama político actual, resulta inevitable sumergirse en un análisis comparativo que no solo destaque el protagonismo que ha asumido el gobernador Frigerio a nivel nacional en un periodo asombrosamente breve desde su investidura, sino que también resalte las marcadas diferencias con la extensa trayectoria de su becado antecesor, Bordet, quien ejerció el poder durante un lapso prolongado de ocho años, CON PENA y SIN GLORIA.

A pesar de un apronte que sumó algunas dudas, a partir del 10 de diciembre la figura de Frigerio se erigió con firmeza y llamativa destreza, emergiendo como líder magistral en las conversaciones y debates entre sus pares, destacándose con prominencia junto a influyentes líderes como el cordobés Larryoria y Jorge Macri de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Desde el preciso momento de asumir su cargo, Frigerio ha desempeñado un papel protagónico en diversas instancias de la política nacional, sobresaliendo notoriamente en las reuniones del Consejo Federal de Inversiones (CFI), donde su voz resuena con autoridad entre los demás gobernadores. Su participación activa en encuentros a través de diversos canales no solo pone de manifiesto su compromiso incuestionable, sino que también subraya su decidida apuesta por contribuir de manera significativa al desarrollo integral del país.

En un contraste marcado, la gestión de Bordet, según los recuerdos de observadores agudos, no logró destacar en hechos de relevancia a nivel nacional. Esta realidad se manifiesta de manera especialmente notoria en la Región Centro, donde líderes de la talla de Juan Schiaretti de Córdoba y el discreto Omar Perotti de Santa Fe acaparaban la atención de la opinión pública.

Sin embargo, para comprender completamente las diferencias entre ambos líderes, es crucial señalar que el gobierno de Bordet estuvo salpicado de hechos de corrupción que afectaron su gestión y generaron cuestionamientos significativos sobre la integridad de su administración. Estos episodios arrojan luz sobre las sombras que se ciernen sobre su mandato, dejando un sello de cuestionamiento ético que ha permeado su legado político.

En estos momentos, los primeros pasos de Bordet en la Cámara de Diputados se caracterizan por una discreción que, lamentablemente, pasa inadvertida. Su presencia en el escenario mediático solo se hace evidente cuando sus colegas ya han fijado sus posturas sobre determinados temas, limitándose exclusivamente a expresar declaraciones de compromiso que, paradójicamente, parecen carecer de sustancia y están dirigidas únicamente al ámbito provincial.

Gustavo Bordet ha sido un BECADO ETERNO del Estado, desde sus inicios como empleado en el IAFAS, donde ejerció su profesión de contador, luego como concejal de Concordia. El gobernador Jorge Busti lo apadrinó y lo acomodó como ministro de Salud y Acción Social de la provincia. Luego llegaría su doble período como intendente de Concordia, esa Concordia que en las últimas elecciones le dio la espalda. También cumplió dos períodos sombríos como Gobernador, donde NUNCA aplicó su posgrado en Desarrollo Regional obtenido en la Universidad de la República de Uruguay.

Y de BECADO pasó a dar becas porque diseminó no solamente en la Legislatura sino por toda la Administración Publica a amigos, parientes, socios políticos. La gestión Bordet terminó oficialmente, pero muchísimos funcionarios quedaron viviendo del Estado, gracias a los nombramientos que les otorgó Bordet. Frigerio se encuentra tratando de revertir esta situación, que además de ser una carga económica tremenda, muestra como el Estado fue tomado como Agencia de Colocación de Empleos, donde la mayoría no trabajan, pero si cobran.

Rogelio Frigerio, con sus habilidades de liderazgo, ha demostrado ser un actor clave en el complejo tablero político nacional, mientras que Bordet parece mantener un perfil más bien discreto y desapercibido, una tendencia que ha marcado sus dos períodos de gobierno. Esta disparidad en el impacto y la relevancia, junto con los señalamientos de corrupción en la administración de Bordet, plantea interrogantes cruciales dentro de la dirigencia del peronismo, incitando a una reflexión profunda sobre cómo Bordet logró alcanzar la cúspide del poder con estas características. En momentos que el PJ puja hacia una renovación, Bordet y su cascoteado socio Kueider, quieren mantener el poder manejándolo desde las sombras.